lunes, 17 de agosto de 2009







28 de NoviembreDía mundial contra la violencia de género
18 años, 20, 15, 43, 70, 29, 63, 25, 32….
Rocío, Vanesa, Rosario, Catarina, Lourdes, María, Khadija, Mercedes, Idioia, María Elena, Benita, Pamela, Julia, Emma, Dionisia, Carmen, Susana, Ana, Isaura…..
Los nombres se suman, las edades difieren pero las historias tienen un final común: la muerte.
En España en lo que va del año han muerto 60 mujeres a manos de sus parejas o ex parejas, la misma cifra que en todo el año 2005.
Entre el año 1999 y 2003 el flagelo asesinó a 246*1 mujeres y en el 2004 la cuenta no se detuvo hasta llegar a las 72.
Por edades, 26 de las víctimas del 2006 tenían entre 31 y 40 años; trece entre 21 y 30; siete entre 41 y 50, ocho tenían más de 64 años, cuatro estaban entre los 51 y 64 y dos entre los 18 y 20 años.
Los números provocan escalofríos cuando además se informa que en España, en los 21 Juzgados creados para la atención exclusiva de la Violencia contra la Mujer (JVN) y en los 417 con competencias compartidas se han registrado durante el primer año de funcionamiento de la Ley sobre violencia de género (29 junio 2005-30 junio 2006) 148.448 asuntos penales relacionados.
La macabra historia de la violencia doméstica no es particularidad española, ni rumana, ni alemana, ni marroquí. No lo es ni uruguaya, ni boliviana, ni peruana, ni americana.
Es la historia del mundo.
Habla de mujeres que han muerto apuñaladas, baleadas, quemadas vivas, atropelladas, descuartizadas, lanzadas al vacío y que en muchos casos se llevaron a su tumba el silencio de años de agresiones físicas y psíquicas.
Una de cada cuatro mujeres mexicanas sufre violencia doméstica, una de cada cuatro fue violada o ha sufrido un intento de violación, una de cada cuatro es acosada sexualmente en el trabajo.
En Guatemala sólo se han pronunciado 20 sentencias en 2.796 asesinatos de mujeres.
Este año la violencia doméstica segó la vida de 40 mujeres en Chile, un país donde las estadísticas oficiales dicen que siete de cada 10 ha denunciado ser víctimas de violencia intrafamiliar.
Expertos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) aseguraron que la violencia de género sigue siendo un problema de enorme magnitud en los países de la región. En el 2005, un 39 por ciento de las mujeres encuestadas en Colombia declararon haber experimentado violencia física y un 12 por ciento dijeron haber sufrido violencia sexual.
Un año antes, en el 2004, en Perú el 42 por ciento de las mujeres aseguraron ser víctimas de violencia física y el 10 por ciento de violencia sexual, mientras que en Ecuador las cifras reportadas fueron del 39 y 12 por ciento.
En Francia por violencia conyugal muere una mujer cada tres días, desde el primero de enero han perdido la vida 90 y, aunque siempre son más las mujeres que la sufren también los hombres mueren por esta causa; uno cada catorce días en el país galo.
En Suecia un promedio de 25 mujeres al año son asesinadas por sus parejas y en Alemania 300 pierden la vida cada año, tres cada cuatro días y una cada tres días en Inglaterra, una cifra ésta algo superior a la de una cada cuatro días de España.
Los últimos estudios realizados en Suiza, Finlandia y Alemania indican que entre el 30 y el 35 por ciento de las mujeres entre 16 y 67 años ha experimentado alguna vez violencia física o sexual.
Se estima que mil europeas morirán víctimas de la violencia doméstica.
El 23 por ciento de los checos ha sido partícipe de la violencia de género ya sea como víctima, agresor o testigo.
Más allá de las leyes y de tímidas tentativas de paliar la situación, en Uruguay al igual que en Argentina, Brasil, Costa Rica o la mayoría de los países del mundo –por no unificarlos en un todo- el sistema patriarcal sigue manteniendo a la violencia contra la mujer dentro de un mal entendido amparo social que trata de que no trascienda fuera del ámbito privado.
Se culpa a la mujer por no denunciar y se la culpa por abandonar al agresor; se la culpa por no aceptar las ‘ayudas’ que le ofrece el Estado pero no se le da protección adecuado cuando decide acogerse a ellas.
Las cuestiones políticas han llevado el problema al secretismo. Esto sucede en países como Bielorrusia donde las mujeres que sufren violencia doméstica suman millones que no denuncian porque en todo el país no existe ningún refugio para las víctimas. Las tres mil denunciantes del año pasado no tuvieron a donde ir para huir de sus agresores.
Eslovaquia, Eritrea, Emiratos Árabes, Gran Bretaña, Eslovenia, España, Uruguay o Estados Unidos, donde las estadísticas señalan que cada 15 minutos una mujer sufre violencia de género, tienen un grave problema en común y su solución no se avizora con claridad.

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